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La ciudad de Dios

en otro sentido sumamente distinto, porque muchas cosas se llaman seculares que se hacen en este siglo, de modo que pasan en bien breve tiempo; pero lo que Ilaman aeonión, ó no tiene fin, ó llega hasta el fin de este siglo.



CAPÍTULO XXVII

Del infante, ouya ánima perece si no se circuncida al octavo dia porque quebrantó el pacto de Dies.


lo Asimismo puede ser dudoso, como debe entenderse, que dice de que el infante que no se circuncidare en la carne de su prepucio perecerá aquella alma de su pueblo, porque no guardó mi pacto y testamento, ya que en esto no tiene culpa el niño, cuya alma, dice, que ha de perecer, ni tampoco él, quien no observó el testamento y pacto de Dios, sino sus padres, que no le quisieron circuncidar, á no ser que también los niños, no según la propiedad de su vida, sino según el origen común del linaje humano, todos hayan quebrantado el testamento y pacto de Dios en aquel uno «en quien todos pecaron»» (1), porque son muchos los que se llaman testamentos ó pactos de Dios, además de aquellos dos grandes, el Viejo y el Nuevo, como puede observarlo cualquiera en la Sagrada Escritura. El primer testamento y pacto que se efectuó con el primer hombre, sin duda fué. aquel (2) «el día que comieseis del fruto del árbol vedado moriréis de muerté»; y así se escribe en el Eclesiástico (3): «que toda la carne se envejece y con(1) San Pablo, ap, ad Rom, cap. V. In quo omnes peccaverunt.

(2) Genesis, cap. II. Qua die ederitie, morte moriemini.

(3) Ecclesiast. et. Numér., cap. XVIII. Omnis caro, sicut ves-