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La ciudad de Dios

Abraham desde el cielo, diciendo: «Por mí mismo he jurado, dice el Señor, porque hiciste esta acción, y por mi amor no perdonaste á tu querido hijo, cierta é infaliblemente te echaré mi bendición y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está á la lengua del mar; y tu descendencia poseerá las ciudades de sus enemigos, y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu descendencia porque obedeciste á mi voz. De este modo, después del sacrificio que fué figura de Cristo, confirmó Dios también con juramento aquella promesa de la vocación, de los gentiles en la descendencia de Abraham, pues en muchas ocasiones lo había prometido, pero jamás lo había jurado. ¿Y qué es el juramento de Dios verdadero, y que dice siempre verdad, sino una confirmación de la promesa, y una especial reprensión de nuestra infidelidad y credulidad? Después de esto murió Sara á los ciento veintisiete años de su edad, y á los ciento treinta y siete de su marido, porque la llevaba diez años, como lo dijo el mismo patriarca cuando Dios le ofreció un hijo en ella (1): «¡que siendo ya de cien años, he de tener un hijo, y siendo Sara de noventa ha de parir!» Compró Abraham una heredad en que sepultó á su mujer (2) y entonces, según la relación de San Esteban (3), fijó su residencia en aquella tierra porque comenzó á tener en ella posesiones heredadas por la muerte de su padre, quien, aegún conjeturas probables, falleció dos años antescæreditate possidcbit semen tuum civitates adversariorum suorum, et benedicentur in semine tuo omnes gentes terrte, quia abaudisti vocem meam.

(1) Genesia, cap, XVII. Si mihi annorum centum nascetur filiue, et si Sara annorum nonaginta pariet!

(2) Genesis, cap. XXIII. Véase todo este capitulo en la Escritura).

(3) Act. Apóstol, cap. VII.