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San Agustín

será tu posteridad tan dilatada y numerosa como la arena de la tierra, y se extenderá hacia el mar occidental, hacia el Oriente, al Septentrión y al Mediodía; y en ti y en tu descendencia vendrán á ser benditas todas las tribus y familias de la tierra. Advierte que yo estaré contigo, te guardaré por cualquier parte que vayas, te volveré á esta tierra, y no te desampararé hasta que cumpla todo lo que te he prometido. Y despertando Jacob de su sueño, dijo: el Señor está en este lugar, y yo lo ignoraba, y temeroso añadió: cuán terrible es este lugar, no hay aquí más que la casa de Dios y la puerta del Cielo, Levantóse Jacob, y tomó el canto que había tenido por cabecera, levantóle, y le fijó como padrón para perpetua memoria de los siglos venideros; derramó aceite sobre él, y puso por nombre á aquel lugar Bethel, ó casa de Dios». Estas expresiones encierran una profecía, y no debemos entender que, como idólatra, derramó aquí el aceite Jacob sobre la piedra, consagrándola como si fuese Dios, porque ni adoró á la piedra, ni la ofreció sacrificio, sino que así como el nombre de Cristo se deriva de crisma, esto es, de la unción, sin duda figuró aquí algún misterio que pertenece á este grande Sacramento. Y esta escalera parece que es la que nos trae á la memoria el mismo Salvador en el Evangelio, donde habiendo dicho de Nathanael: «ved aquí al verdadero Israelita, en quien no hay fraude ni engaño»; porque Israel, que es el mismo Jacob, es el que vió esta vísión, y añade: «con toda ver dad os digo, que habéis de ver abrirse el Cielo, subir y bajar los ángeles de Dios sobre el hijo del hombre».

Caminó, pues, Jacob á Mesopotamia para casarse allí. Y refiere la Escritura cómo sucedió el llegar á tener cuatro mujeres (I), en quienes tuvo doce hijos y (1) Génesis, cap. XIX.