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La ciudad de Dios

David, cuyo hijo se llamó principalmente Cristo, donde se hizo una pausa, y en cierto modo prineipió la juventud del pueblo de Dios, conforme á lo cual corrió como una sola adolescencia desde Abraham hasta esta de David, porque no en vano el evangelista San Mateo nos refirió de esta forma las generaciones, y este primer intervalo, es á saber, desde Abraham basta David, nos le distribuyó en catorce generaciones, mediante á que en la adolescencia empieza el hombre á ser idóneo para la generación, por cuyo motivo el catálogo de las generaciones comenzó desde Abraham, á quien también destino Dios para padre de muchas naciones cuando le mudó el nombre. Así que, antes de Abraham, según esto, fué como una puericia y niñez del pueblo de Dios, esto es, desde Noé hasta el mismo Abraham, y por eso se halló asimismo entonces la primera lengua, esto es, la hebrea, porque desde la pubertad principia el hombre á hablar después de la infancia, la cual se llamó así porque no puede hablar. Cuya edad, que es la primera, la consume y sepulta el olvido, no de otro modo que del mismo que consumió á la primera edad del linaje humano el Diluvio: porque ¿quién hay que se acuerde de su infancia? Por esta razón en el discurso de esta Ciudad de Dios, así como el libro anterior contiene una edad, la primera, así éste comprende dos, la segunda y la tercera; y en ésta por la vaca de tres años, la cabra de tres años y el carnero de tres años, se impuso el yugo de la ley y se descubrió la abundancia los pecados, y tuvo su principio el reino terrenal, donde no faltaron algunos hombres puros, cuyo sacramento y misterio se figuró en la tórtola y en la paloma.

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