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LIBRO DÉCIMOSÉPTIMO


CAPÍTULO I

En que se trata de los tiempos en que florecieron los profetas.


Las promesas que Dios hizo á Abraham, á cuya descendencia sabemos que pertenecen por la divina palabra, no sólo la nación israelita, según la carne, sino también todas las naciones, según la fe, como se van cumpliendo exactamente, lo ha manifestado el discurso que va haciendo la Ciudad de Dios, conforme al orden de los tiempos. Y por cuanto en el libro precedente llegamos hasta el reino de David, comenzaremos á proseguir desde él la relación de todos los sucesos que parecieren bastantes al objeto de esta obra, con lo demás que se sigue. Todo el tiempo transcurrido desde que el Santo Samuel principió á profetizar y consecutivamente, hasta que el pueblo de Israel fué conducido cautivo á Babilonia, y asimismo hasta que, según la profecía del Santo Jeremías, regresados á su tierra los israelitas al cabo de setenta años, se restauró la casa del Señor, todo esto es en tiempo de los profetas. Pues aunque al mismo patriarca Noé, en cuyos días pereció toda la tierra con el Diluvio universal, y otros antes y después, hasta la época en que comenzó á haber reyes en el pueblo de Dios, por algunas acciones que practicaron, ó como quiera, significaron ó dijeron que pertenecen