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San Agustín

persuade el mismo Apóstol, diciéndoles (1): «cuidad meditad en las cosas celestiales, y no en las terrenas», para que ellos sean los que hambrientos fueron elevados sobre la tierra, «porque estáis muertoa» dice (2): «ved aquí como saludable y útilmente mortifica Dios»; «despues prosigue: y «vuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (3). Ved aquí, cómo los vivifica Dios.

¿Pero acaso llevó á estos mismos á los infiernos, y los volvió á sacar? Estas dos cosas, sin que haya controversia entre los fleles cristianos, las vemos cumplidas antes que en otro alguno en el que es nuestra cabeza, con quien dijo el Apóstol, «que estaba escondida nuestra vida en Dios, porque (4) el que no perdonó á su propio hijo, que le entregó por la redención de todos», sin duda que le mortificó de esta manera. Y porque le resucitó de entre los muertos, por eso de nuevo le vivificó; y porque en el profeta, dice el mismo: «no dejarás á mi alma en los inflernos» (5): por eso á este mismo le llamó y le sacó de los infiernos. Con esta su pobreza hemos enriquecido, porque «el Señor es el que hace al pobre y al rico»; y para que sepamos lo que es esto, oigamos lo que sigue: «y él le humilla y ensalza», pues sin duda los soberbios son á los que humilla, y los humildes á los que ensalza. Porque lo que en otro lugar dice la Escritura (6): «que Dios resiste á los soberbios, y á los humildes da gracias: esto mismo es todo lo que contiene el cántico de esta mujer, cuyo nombre (1) San Pablo, ep. á los Colosens., cap. III. Que sursum sunt eapite, nou que super terram.

(2) Id., Ap., loc. oit. Mortus enim estis.

(3) Id., Ap., loc. cit. Et vita vestra abscondita est cum Christo in Deo.

(4) Id., Ap., loc. cit.

(5) Id., Ap., loc. cit.

(6) San Pablo, ep.. á los Coloa., cap. III.