imitaron su impiedad, y al mismo pueblo: porque entre ellos florecieron aquellos grandes y famosos profetas que obraron tan portentosas maravillas y milagros, Elías, y Eliseo eu discípulo. Y diciendo Elías: Domine, Prophetas tuos occiderunt, et ego relictus sum solu, et querunt animam meam, «Señor, han muerto á tus profetas, han derribado tus altares, yo he quedado solo, y andan buscando ocasiones para quitarme la vida»; le respondió Dios: illic esse septem millia virorum, qui non curvaverunt genua ante Baal, «que aun había entre ellos siete mil personas que no se habian arrodillado delante de Baal».
CAPÍTULO XXIII
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Tampoco en el reino de Judá, qué pertenece á Jerusalén, en los tiempos de los reyes que se fueron sucediendo, faltaron profetas, según que tuvo por conveniente Dios enviarlos, ó para anunciarles lo que les estaba bien, ó reprenderles aus pecados, ó encomendarles la justícia. Porque asimismo en este reino, aunque mucho menos que en Israel, hubo reyes que ofendieron gravemente á Dios con sus enormes crímenes, y que fueron castigados con moderados azotes juntamente con el pueblo; y sin duda no son pequeños los méritos que se celebran de los reyes que fueron pios y temerosos de Dios. Pero en lsrael los reyes, cual más, cual menos, todos los hallamos malos y reprobados. Una y otra parte, según que lo ordenaba ó permitía la Provi-