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S

LIBRO DÉCIMOTERCIO


CAPÍTULO I

De la caida del primer hombre, por quien heredamos el ser mortales.


Ya que hemos ventilado las escabrosas y difíciles cuestiones sobre el origen de nuestro siglo y del principio del humano linaje, parece exige el orden metódico que continuemos ya la disputa acerca de la caída del primer hombre, ó por mejor decir, de los primeros hombres, y del origen y propagación de la muerte del hombre; porque no crió Dios á los hombres de la misma condicion que á los ángetes, los que, aunque pecasen, no pudiesen morir; sino de tal condición, que, cumpliendo con la obligación de la obediencia, pudiesen alcanzar, sin intervención de la muerte, la inmortalidad angélica y la eternidad bienaventurada, y siendo inobedientes incurriesen en pena de muerte por medio de una justísima condenación, como lo insinuamos ya en el libro anterior.

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