Página:La ciudad de Dios - Tomo III.pdf/8

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
6
San Agustín

us SAN AGUSTIN



CAPÍTULO II

De la muerte que puede sufrir el alma, libre del cuerpo, y do aquella & que está sujeta el alma unida al cuerpo.


Paréceme llegado el momento de tratar con más exactitud y escrupulosidad de los dos géneros de muerte: pues aunque con verdad se dice que el alma del hombre es inmortal, sin embargo, padece también su peculiar muerte, y por eso se dice inmortal, porque en cierto modo nunca deja de vivir y sentir; pero el cuerpo por eso es mortal, porque puede faltarle totalmente la vida, y por mismo no puede viv de modo alguno: así que la muerte del alma sucede cuando la desampara el Señor, así como la del cuerpo cuando la deja el alma: por lo cual la muerte del uno y del otro, esto es, de todo el hombre, sucede cuando el alma, desamparada de Dios, desampara al cuerpo; porque así ni ella vive con Dios, ni el cuerpo con ella; y á esta muerte de todo hombre se sigue aquella á quien la autoridad de la Sagrada Escritura llama muerte segunda, la cual nos significó el Salvador cuando dice (1): «temed á aquel que tiene potestad para arrojar para siempre al cuerpo y al alma en el infierno»: lo cual, como no acontece antes que el alma se baya juntado con el cuerpo, de modo que no haya motivo que pueda ya dividirlos y apartarlos, puede causar admiración, que digamos, que el cuerpo muere con muerte, sin que le desampare el alma; antes sí, estando animado y sintiendo, muere atormentado: porque en aquella pena última y eterna (de la cual trataremos cuando sea conducente en su res.

(1) Apocalip., cap. XXI. Eum timete, gui habet potestatem, et corpus et animam perdere in gehennam.