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Son los “nuevos españoles”. Los ejecutivos de Telefónica, de Aguas Andinas, de Endesa, de Huarte Andina, de SACYR, del BSCH y del BBVA. Todos vestidos de Armani, Cartier en la muñeca y Gucci en los pies. Firman con plumas Mont Blanc, beben whisky de malta de 20 años “on the rocks” y conducen bemeuves.

David Ferranti, quien fuera vicepresidente del Banco Mundial dijo “... las empresas españolas tienen que adoptar un tono distinto, menos arrogante, en su relación con los latinoamnericanos ...”

Esa es la opinión de Ferranti. También, posiblemente, la de los despedidos de Telefónica, la de los erradicados del Alto Bio Bio, de los que no tienen cuenta corriente, de los que no entienden las nuevas cuentas de teléfono o no pueden pagar las nuevas tarifas de la luz. La de los que no tienen TAG para circular por las autopistas urbanas concesionadas.

La Colonia Española residente, en una abrumante mayoría, tiene otra opinión. Han recibido con bombos y platillos a sus compatriotas con Maestrías en Harvard y en la London School of Economics que ahora – sin las infamantes alpargatas – presiden Consejos de Administración, ocupan las más altas gerencias, cenan en lo mas avant garde del tout Mapochó y asisten a todos los remates de postín. Tironean de ellos para sentarlos a la cabecera de todas las mesas de todos los Centros Regionales y están dispuestos hasta a cambiar la fecha de su Santo Patrono si aquello acomoda mejor al Gerente tal o al Delegado cual, a fin de tenerlo de florero en el convite.

Radicalmente distinta es también la opinión del llamado mundo de los negocios chileno que se rindió a sus pies, relegando al desván del mas oscuro de los olvidos a aquella nación exenta, indómita, temida, de reyes libre y de cerviz erguida.

De dulce y de agraz es la opinión de la izquierda concertacionista que comparte con ellos podios y testeras, pero que no ha podido olvidar que fue Telefónica quien financió el último cumpleaños público de Augusto Pinochet Ugarte, subsidiando todas las conexiones a lo largo y ancho del país para que los seguidores del dictador pudieran participar “en imagen y sonido” del magno evento.

Coincidentes en el mismo período de tiempo, pero con características muy distintas, encontramos a un grupo – escaso quizás, pero ciertamente significativo – de jóvenes españoles quienes, tras un período de estancia temporal relativamente corto, deciden radicarse en Chile. Se trata de jóvenes profesionales, provenientes de Programas de Postgrado conjuntos con universidades chilenas, de investigadores insertos en proyectos académicos, voluntarios adscritos a proyectos sociales, cooperantes de los distintos programas que realiza el estado español, programas de intercambio universitario, etc.

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