Ir al contenido

Página:La estafeta romántica (1899).djvu/103

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
99
LA ESTAFETA ROMÁNTICA

cantarían los ciegos por las calles. Hoy por hoy, amada mía, sólo hay cuatro personas vivas que lo conozcan, y una de ellas eres tú, mi consuelo, mi esperanza...

He llorado un poquito. Valor, y adelante, que es forzoso concluir ésta. ¿Y ese adorado tontin ha recibido y gozado la carta de Mi- guel de los Santos? ¿Ves? Hace poco lloraba, y ya me río. ¿Y está su cabeza tan trastor- nadita que no ha caído en mi gracioso en- redo? ¿Se ha tragado la carta como del pro- pio estilo y mano de Alvarez? ¿No ha visto que es de mi cosecha, y que la forma, ya que no lo que allí se relata, salió de mi ma- gin? Conste que me he reído con gana mien- tras tramaba esta superchería, como se rei- rá él cuando la descubra. ¡Pobrecito mío! Por estas bromitas, que salen de mi cora- zón, pienso yo que ha de quererme más. No le digas nada; déjale en su error, á ver por dónde sale. ¡Cuál no habrá sido su asombro al ver epístola tan larga firmada por aquel supremo holgazán! El conoce á Miguelito, y sabe que es un sonámbulo de mucho inge- nio, que sueña y anda, pero no escribe. Ya le contaré más adelante á mi sonámbulo (pues también Fernando lo es) cómo he podi- do adquirir conocimiento de todo lo que pasó antes, en y después del entierro. Para mayor burla, le diré que Miguel no asistió al acto porque no pudo encontrar quien le prestara ropa de luto... como que en aquel día y con el consumo de todos, se agotaron las levitas... ¡Pobre niño mío! Que juegue yo con él un