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B. PÉREZ GALDÓS

muerto para persuadirla más fácilmente; la caída de ella en el terrible lazo, por timidez, por terror, quizás por sortilegios desconoci- dos, ¿no son una primera parte de drama que supera á cuantos vemos en el teatro? Dime una cosa: ¿estás bien seguro de que en la segunda visita que hiciste al almacén de Arratia, en los primeros días de Enero, no te cogieron, no te convidaron á beber, no te dieron algún narcótico hasta que quedaras como muerto, poniéndote en el ataúd y en- cendiéndote velas, para que ella te viese y no tuviera duda de tu viaje al otro mundo? Por- que yo todo lo creo ya y todo lo temo, y las ! cosas que antes me parecían novelescas, ya las tengo por naturales y comunes. No pue- do desechar la idea de que todas esas gentes de apellido italiano se traen un surtido de venenos ó filtros adormecedores, para con ellos ayudarse en sus trágicas intrigas.

Bueno: pues ahora viene la segunda parte del drama. La casan á la fuerza, quizás pre- vio el empleo de algún otro bebedizo que convierta á las personas en máquina, y les permita moverse y hablar sin darse cuenta de lo que hacen y dicen. Me la casan; pare- ce que han triunfado, y de repente sobre- viene la confidencia, la revelación de un parte de por medio, criado desleal, ó trai- dorzuelo mal pagado. Y aquí todo varía: surge la locura de la dama, la resurrección repentina de su albedrío; tras esto, tenemos nuevos embrollos de la familia para echar tierra al asunto y no dejar que tales infa-