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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

que hallará el reposo y la felicidad, y yo también. Sería yo capaz, si viera terminado el poema con lógica belleza; sería capaz, digo, de romper la insoportable ficción en que vivo, y arrostrar las humillaciones y las amarguras que suponen las papeletas de Felipe, arrojadas en terrible avalancha sobre mí... ¡Vaya si lo haré! ¿No es estúpido que vivan las almas aterrorizadas por un vano fantasma, la opinión, la cual, mirada de cerca y por dentro, se compone de cuatro trapos no muy limpios sobre cuatro torcidas i cañas?

Pero tengamos calma. A medida que es- cribo me voy exaltando más... Por obedecer- te en todo, he detenido el viaje del bendití. simo sacerdote, nuestro amigo, á La Guar- dia; pero no acabo de conformarme con este aplazamiento. Se me ha metido en la cabeza que haciéndose D. Pedro amigo del señor de Navarridas, se nos vendría todo á la mano. Pienso también que Demetria... En fin, pien- so tantas cosas, que vale más que me las guarde y las madure bien antes de comuni- cártelas. En la confianza de tu pericia me adormezco ye Séque sacarás triunfante mi bandera, la bandera del bien, que tiene por escudo un corazón de madre, y por leyen- da esta sola palabra: Naturaleza.“

Vamos, que estoy desatinada: no me digas que no. Y otra cosa. ¿No puedo aún escribir á Fernando? ¿No debo decirle...? ¿Te decides á descorrer el velo, ó no es tiempo todavía? Ya que no me contestes á esto, dime pronto