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B. PÉREZ GALDÓS

si va recobrando la serenidad; si su corazón se restaura en los sentimientos dulces, ó es aún presa del vértigo de rabia, y se ahoga: en las olas de amargura. Porque no puedo arrojar de mí una zozobra cruelísima. No está convencido aún de que la maldita Ne- gretti es esposa de otro? ¿O es que sobre eso hay dudas todavía? No lo veo yo claro.. Las referencias del suceso son vagas, como de un caso problemático, alterado al pasar de boca en boca. Que sepamos la verdad. En- térate bien; interrógale, aunque esto sea po- ner el dedo sobre las heridas aún no cerra- das. Estaría bueno que ahora saliéramos con que Fernando abriga todavía esperan- zas... Por Dios, vigila, no te descuides.... entérate de si aún sostiene alguna comuni- cación con Bilbao, aunque sea indirecta, por vía de espionaje ó información. Hay que ver esto, Valvanera de mis pecados; hay que es- tar en todo... Adiós; ya no puedo más. Toda mi alma está contigo y con él... Una palabra para concluir: «¡Muera Cintruénigo!>>

¡Qué disparates pienso y escribo!... Voy á decirte el que se me ocurre en este momen- to. ¡Jesús me valga! Admitida la idea de que el motivo del desaire sufrido por mi antipá- tico sobrino es que el corazón de la mayo- razga pertenece á otro, me asalta la idea de que ese otro no es Fernando. ¿No se te ha ocurrido averiguar si hay algún factor des- conocido? Lo que ahora sospecho, ¿es acaso inverosímil? Fijate en que no tenemos nin- guna prueba de que la repulsa de la niña sea.