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B. PÉREZ GALDÓS

tirabeques que por acá se han podido encon- trar, cosechados en nuestras tierras de Paga- nos. Hemos escogido la clase llamada aquí de cuerno de carnero, que es la más tierna y se cuece de un hervor. Plántenlos inmedia- tamente que lleguen, poniendo diez ó doce en cada surco, sin echarlos. en remojo, pues no quieren extremada humedad. La tierra que sea bien suelta, con abono muy hecho, mezclado de ceniza. Basta con la primera cava por toda labor, arropándolos bien y dis- poniendo los tutores antes que tomen direc- ciones viciosas. En esto han de mirar mucho, pues siendo su crecimiento de más de seis palmos, conviene guiarlos desde el principio con dos varas para cada pie, ó tres si ellos mismos indicasen la necesidad de más apo- yo. En las cruces pongan palos de mayor ro- bustez, tirando cuerdas desde éstos á las va- ras laterales, conforme la extensión de las guías altas lo vaya pidiendo. El toque está en acomodar la planta para que suba bien derecha y no se tuerza, pues si caen y se do. blan, se malogra, por falta de aire, parte del fruto. Si á pesar de estas precauciones se do- blan, por causa de fuertes vientos, vale más dejarlos jorobaditos, que en este caso la en- mienda es tardía y empeora su situación. Se les deja como están, y se aprende para otra vez. Entendido? Lo demás lo hace Dios. Ce- lebraré que cuando el Sr. D. Fernando los coma se encuentre ya bien derecho y con propósito firme de no volver á torcerse.

El dulce de tomate lo hacía mi madre sin