ciruelas. Pero no faltan aquí autoridades que recomiendan el empleo de esta fruta, mezclada en proporción de una libra por tres de tomate. Mi madre, como digo á usted, lo hacía sin mezcla. Recuerdo muy bien la operación, pues en ella le ayude miles de veces; recomiendo que se fijen principalmen- te en la elección de tomates, siempre de me- diano tamaño, rechazando todos los que ten- gan daño ó picadura por pequeña que sea, pues éstos, aun los de apariencia más boni- ta, la pegan. Es condición precisa cogerlos cuando empiezan á pintar. Se les extrae la semilla por un corte en redondo hecho en el pezón, de modo que resulten huecos y enteros, conservando la pulpa menos blanda. Ponía mi madre libra de azúcar pcr libra de tomate, teniéndolos veinticuatro horas en almíbar. Luego los hervía tres veces á un punto no extremado, pues desmerece si se deshacen y reblandecen demasiado. Tenía las orzas al aire, sin cubrirlas, otras veinti- cuatro horas. Con esto concluye mi ciencia, pues no sé más, y sentiré mucho que no quede satisfecha con tan escasos conoci- mientos esa digna señora. Su arte suplirá mi insuficiencia, y espero que usted, que es tan goloso, se chupará los dedos cuando le sir- van el tomate en dulce. Mi madre decía que mientras más desabridas son las frutas, más apropiadas resultan al buen dulce: el mejor de todos, que es el llamado de cabello, se hace de calabaza.
Y vamos ahora al mostillo. Suponiendo