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B. PÉREZ GALDÓS

quedando las dos hermanas, por virtud de este arranque generoso, igualmente partici. pes del gran patrimonio de Castro-Amézaga. ¿No te parece que esta novedad permite vis- lumbrar una solución equitativa? A otra co- sa: enterada de la tirantez de tus relaciones con Juana Teresa, he resuelto escribir á mi ladinísima y cuquísima cuñada, poniendo en ello tal diplomacia y cautela, que hemos tardado Juan Antonio y yo como unas tres noches en enjaretar nuestra epístola. Ello va bien hilado, con las necesarias marrullerías para conseguir que se claree. Le hablamos de tí, sin mezclarte para nada en la intriga que traemos. Esperando estoy su respuesta, que nos dará pie para otros avances y mani- festaciones.

Lo que ha de sorprenderte y alegrarte es la noticia de que he logrado tender un hilo á La Guardia, y ponerme en comunicación con las niñas de Castro. ¿Cómo? dirás. Hija, no solo tú tienes talento para estas cosas: con- cédenos algo de tu diplomacia y delicada trastienda. Pues verás: en la contestación que dió Fernando á una carta del cura Na- varridas, ingeri unos encarguitos ó consul- tas hechas á las niñas requiriendo la contes- tación inmediata. Cayeron en la trampa, y á los pocos días vi gozosa que el balijero me traía la deseada respuesta. Te incluyo las cartas de La Guardia, para que las leas, me- dites sobre ellas, y me des tu opinión... Pero dejemos esto, que quiero hablarte de lo más importante, y por Dios que no es muy lison-