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Página:La estafeta romántica (1899).djvu/155

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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

jero lo que ahora leerás. No te asustes an- tes de tiempo, y fíjate bien en lo que es- cribo.

Hace días que notábamos en Fernando un recrudecimiento grande de sus tristezas, agravado con estados nerviosos que me po- nían en cuidado. Poco atento al ensayo de la comedia, pretextaba dolores de cabeza para encerrarse en su cuarto, ó pasear sólo por las inmediaciones de la casa. El lunes, interro- gado por Juan Antonio, dijo que necesitaba forzosamente ausentarse por pocos días; que nos prometía volver; que nos lo juraba con palabra de caballero. Fingimos acceder á su pretensión, proponiendo yo que mi marido le acompañase, y en eso quedamos. El miérco- les por la noche, viéndole sombrio y taci- turno, preparando la maleta pequeña que usa para viajes cortos, le llamé al cuarto de los niños, que ya dormían, y empleando la severidad combinada con las expresiones

más dulces del cariño materno, logré que me

confesara el motivo del trastorno que no po. dia disimular. ¡Pobrecillo! Es tan bueno, tan noble, que no se llama, no, á su corazón sin que éste al punto responda. Con hidalga franqueza dijome que había recibido una carta de su amigo Pedro Pascual Uhagón, en la cual le manifestaba sucesos de induda. ble gravedad; dócil á mis instancias, me dió la carta para que la leyese, y enterado de lo substancial, se la devolví. Saqué un extrac- to, que te incluyo. Entérate y juzga. Los do- cumentos que con ésta recibes son de un in-