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Página:La estafeta romántica (1899).djvu/174

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B. PÉREZ GALDÓS

paña? ¿En la admiración que hacia ella sien- to? Eso no basta. Mi conciencia, hoy por hoy, no me permitiría expresar otros sentimien- tos... Me ha revelado Valvanera la situa- ción social dolorosísima en que mi existen- cia pone á mi madre, y esto acaba de hun- dirme. Me achico cada día más; me siento enano, microscópico; me pierdo entre las multitudes plebeyas, y deseo que nadie se fije en mí, ni me pregunte quien soy ni de dónde he venido.

La tristeza se me va aposentando en el al- ma, no como huésped, sino como propietario que se decide á ocupar por siempre su do- micilio heredado: no podré arrojarla nunca; la siento que se acomoda y agasaja, que enciende el hogar, que coloca sus muebles, que imprime aquí y allá su huella, y va ca- lentando este y el otro rincón. ¿Pero qué me importa no ser nadie, si sɔy todo para una sola persona, y esa persona es todo para mí? Te aseguro que si no existiera mi madre y la cadena que á ella me une, para mí no habría un bien como la muerte. Me halaga la idea de no sentir nada; de sentir, si acaso, la vaga impresión de la quietud, de la caren- cia de todo estimulo. Es ulce notar vacíos de interés los dramas y dormidas en nuestro regazo las pasiones. Ayer fuí con el párroco á visitar el cementerio: no puedes figurarte la envidia que me daba de los que duermen bajo aquellas lápidas, protegidos por una cruz. Los hay sin lápida; los hay anónimos, de olvidada filiación; los hay sin cruces ni