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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

signo alguno. Toda la noche he visto en mi mente las cruces solitarias, algunas no muy derechas, y me ha sido grato pensar en la placidez de los que duermen en la tierra, soñando quizás que han desaparecido del mundo el mal y la ridiculez. Mándame las Noches de Young, que encontrarás en la li- brería de Boix, Carrera de San Jerónimc, ó en la de Pérez, calle de las Carretas, frente al Correo. Mándame también las Noches lú- gubres de Cadalso. Adiós: me acuesto sin sueño.

Domingo. Hoy, oyendo misa con Juan Antonio en la parroquia, no he cesado de pensar que podrias interpretar torcidamente lo que anoche te escribí acerca de mis nue- vas amistades con la muerte. El recelo de que supongas en mí intentos de suicidio me inquieta, querido capellán, pues nada más lejos de mí ánimo que el propósito de poner fin a mi pobre existencia. La convicción de que si á mí mismo no me necesito para nada, á otras personas queridísimas soy necesario, me obliga á rectificar aquellas ideas. El vi vir no me gusta; pero es un deber; como tal acepto la vida, y procuraré su conservación. No quiero hacer más víctimas. Que las per- sonas que aman mi vida la tengan, aunque á mí me pese. ¿Sabes lo que discurría ano- che, desvelado, dando vueltas en mi cama? Pues que Dios debiera pasar á mi naturaleza la enfermedad, raquitismo, ó lo que sea, que destruye á los hijos de Maltrana, transmi- tiendo á éstos mi salud vigorosa. ¡Qué con-