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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

varez, y luego resultó escrita por blanca mano; que no fué mal bromazo el que te die- rou. Esta es mia, obra de mi feliz memoria y de mi cacumen, sin que tenga con aquélla otra semejanza que el ser también escrita para distraerte y aventar tus penas, de las cuales ¡ah! me río yo después de sabido lo que sé. Fernando de mi corazón, eres el ni- ño mimado de la fortuna, y han sido tus amas de cría y tus niñeras todas las hadas de los cuentos infantiles. Entras en el mun- do con pie derecho; tú lo tendrás todo: la Naturaleza te dotó generosamente, y las diosas y ninfas de la tierra te abren sus amantes brazos... Yo te bendigo, yo te augu- ro un esplendoroso porvenir, porque tú... Pe- ro dejemos esto, y vuelvo á mi asunto.

Con el pegote de mi asendereada perso- na, salió la Real expedición de tierra de Te- ruel, pasando á la de Burgos, donde se nos unió Zaratiegui. Huyendo de la persecución de Espartero, nos volvimos hacia el Este, corriéndonos hacia Cuenca. No quiero ha- blarte de las batallas, más bien encuentros y escaramuzas, que he presenciado. Ellas son de una monotonía desesperante. No sé si á tí te pasará lo que á mí, que jamás he po- dido leer ningún libro que relate exclusiva- mente batallas y contradanzas de campeo- nes. Y lo que no me gusta leer, no me agra- da escribirlo. Te ahorro los malos ratos que he pasado yo, contemplando de cerca la estupidez de estas guerras. Es una demen- eia sin ningún brillo, y un pugilato salvaje. >