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B. PÉREZ GALDÓS

con mecánica bravura y poco o ningún arte polémico. Compadezco al que tenga que es- cribir esta parte de la historia patria. Me figuro que andando el tiempo, si nos civili- zamos, nadie leerá las páginas que de esto se emborronen, ó más bien determinaremos que se envuelva el aciago período en una espesa capa de silencio, y las generaciones echarán capa sobre capa, hasta erigir en honor de la... guerra civil, de sucesión ó como quiera Ila- mársela, el grandioso monumento del ol- vido.

Quedamos, pues, en que le escamoteo á la señora Clio las idas y venidas de estos lla- mados ejércitos, que más bien son bandas; la sorpresa de aquí, la derrota de más allá, el inmolar de prisioneros, las rápidas mar- chas y contramarchas. Si mal dirigido anda el brazo del Pretendiente, no lo está mejor el de acá. Uno y otro brazo no dan más que palos de ciego. Francamente, en la campa- na contra la Expedición Real no he recono- cido el militar arranque de mi amigo Bal- domero. Es hombre de rasgos, de momentos, de inspiración; pero se las arregla mal so- bre el mapa. Verdad que la desorganización del Gobierno es causa de que ninguno de nuestros Generales tenga en su mano los elementos precisos para combatir con éxi- to. Córdoba con su talento macho, Oráa con su pericia, Espartero con su bizarría, no han podido realizar más que hazañas aisladas: no vemos resultados de conjunto, y ello consiste en que no hay cabeza que: