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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

en las inmediaciones de Arganda, agregué- me á unos trajinantes que venían á Madrid, y oprimiendo los lomos de una poderosa mula, hice mi entrada triunfal por la puer- ta de Atocha, sin que salieran á recibirme muchachas con panderetas, ni el fastuoso clero con alzada cruz. Una corazonada feli- císima, que más bien me ha parecido des- pués secretico del Espíritu Santo, me llevó à pedir hospitalidad á cierto palacio tan vie- jo como suntuoso, que extiende sus amenos jardines no lejos de las Vistillas y de Nues- tra Señora de la Almudena. Y vieras tú có- mo alli me recibieron con palio, y me cantó el Te Deum una dulcísima y fiel amiga, á quien he diputado siempre como la hembra de más sutil ingenio que mecieron doradas cunas. Gala es de ambas aristocracias, cas- tellana y aragonesa, y digna de que se es- tampe con letras de oro en el libro de la fa- ma su bonito nombre: Pilar de Loaysa, por nacimiento Condesa de Arista, amén de otros sonoros títulos; por enlace, Condesa-Duque- sa de Cardeña y Ruy-Diaz. En su corona se juntan los ilustres timbres de los Bustos) de Lara y de los Idiáquez y Loaysa... Mas tantas preeminencias históricas no igualan á la grandeza de su talento, á la supina aris- tocracia de su amabilidad y cortesanía. Ha- me recibido como á un rey, agasajándome y proveyéndome de cuanto necesitaba mi ca- duca salud. Hemos hablado largamente á solas, querido Fernando, concluyendo por ponernos los dos muy alegres, y con esto te { 1