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B. PÉREZ GALDÓS

De Nicolasa, me ha dicho su madre que se despierta á media noche declamando con so- nora entonación los famosos versos del en- sueño. Lo terrible es que se empeñan en que yo he de hacer el Manrique, creyendo que en este papel dejaré tamañito á Carlos La- torre. No sé cómo salir del paso. Trato de quitarles de la cabeza la idea de estrenarnos con obra tan difícil; no me llega la camisa al cuerpo pensando que tengo yo que salir vestido de trovadorcito, con mi laúd y todo, y soltar la andanada:

En una noche plácida y tranquila Que recuerdo, Leonor: nunca se aparta de aquí, del corazón: la luna heria con moribunda luz tu frente hermosa, y de la noche el aura silenciosa nuestros suspiros tiernos confundía.

No, no me llama Dios por ese camino: lo haré muy mal. Ya les he dicho que debemos elegir El sí de las niñas, y Maltřana y Val- vanera me apoyan en este juicioso consejo. Pero las chiquillas no conocen la obra, y por más que les explico el argumento, no se dan à partido. No sienten la sencillez ni la pro- sa en el teatro, que para ellas, ó es verso pa- tético ó no es tal teatro. Desgraciadamente no he podido encontrar ningún ejemplar de la ccmedia, aunque para ello hemos revuel- to todo Villarcayo. Se pidió á Bilbao, y con- testaron que ningún despacho de libros lo tiene. Espero que nos lo facilitará un amigo de Medina de Pomar, moratinista furibundo. Si lo encuentro, haré los imposibles por con-