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B. PÉREZ GALDÓS

tamen de la señora y señoritas, tomo la plu- ma, como el escolar que, amenazado de cas- tigos por escribir á la novia, más se encien- de en su vicio de emborronar papeles de amor. Allá va ésta, y perdónenme las tira- nas de acá mi desobediencia, motivada del gran afecto que usted me inspira; y lo pri- mero que tengo que decirle, para evitar in- terpretaciones erradas, es que la antedicha oposición de las damas no es ocasionada por el desvío, sino por sentimientos de contraria indole. Fué que se enojaron porque usted no nos dió noticias de su persona, viaje y acci- dentes más que con un recado verbal, por Sa- bas, desconociendo ú olvidando lo mucho que le apreciamos todos. Creen ellas, sobri- nas y tía, que bien merecíamos enterarnos de las felicidades ó desdichas del Sr. D. Fer- nando, por una carta de su puño y letra. Para su tranquilidad, le diré que el enojo de esta familia mujeril ha sido y es muy leve: Gra- cia lo expresó con su natural vehemencia; 'Demetria, más comedida, y poniéndose siem- pre en lo razonable, alegó, en disculpa del caballero libertador, la magnitud de las ocu- paciones de éste y la necesidad en que se veía de consagrar toda su atención á perso- najes y asuntos de Madrid. Del mismo pare- cer fué mi señora hermana, agregando a las razones de la perla otras de gran peso; y divi- dida la familia en dos bandos, la pequeñuela y yo, mantenedores inflexibles de la acusa- ción, gastamos no poca saliva en acumular sobre la pobrecita cabeza del Sr. D. Fernan-