amazona, descubriendo entre randas una botina de tabinete azul. Otra rayada, y afirmándose en los estribos, la espada en alto, el jefe arengó.
Fué como si en una reculada la serranía se abriera sobre una mar de luz.
Soldados: Al campo del honor nos convida nuestra adorada patria. Allí nos exhorta, ó por la deseada y tranquila paz, ó para preferir la muerte antes que caer bajo el ominoso yugo de la esclavitud.
Subyugaba aquella voz de combate rebotando en los cerros: la voz del jefe que aconsejaba lealtad. Flagraban en su acero fugaces lampos. A cada acción, su caballo alfaba.
Amados compatriotas: Si la libertad de nuestra patria ha ocupado siempre en vuestros ánimos el lugar preferente á cualquier sacrificio; si la celosa atención a sus progresos os ha hecho olvidar de vosotros mismos, se os vienen ya á las manos los preciosos momentos de calificar a la faz del mundo, que vuestros heroicos esfuerzos saben realizar los sagrados anhelos que os empeñan.
Aclamaba á la libertad con una verba combustible como la pólvora y numerosa como un redoble de tambor. Y después, volviéndose para la señora, le expresó la fidelidad de esos valientes que a su amparo luchaban, comprometiole los laureles, prometiole la victoria en arras sublimes. Ella la