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Página:La guerra gaucha.djvu/119

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LA GUERRA GAUCHA

Y qué pico de oro el condenado! Al cura su tutor, le ayudaba á misa en latín y le descifraba los libros de letra chica. De esto se le pegaron como suyas las picardías de Pedro Urdemalas, cuya historia leía asiduo. Sabía de memoria varias novenas; y así, mascullando gozos y letanía, se aficionó á la parranda y á los versos, hasta que se desgració por una moza rompiéndole la guitarra en la frente al entenado del alcalde, y abandonando la tutela parroquial para bribar en chacota perpetua. Excelente músico, no ignoraba uno de los cinco tonos para temple de vihuela. Por derecho para canciones, por falso para yaravíes, por el del diablo para las gauchas; y hasta los de tresillo y por música, difíciles entre todos. En los fogones contaba vidas de santos y remedaba á la perfección el lenguaje de los presentes. A guapo y galán nadie le competía, pues cabriolaba lo mismo un zapateado que un zafarrancho á puñal. En los velorios, seguro que se aparecía de botarga espantando gente; ó que desleía sen en las pavas, sobre todo cuando excedía en el trago; pero era muy servidor, eso sí, aunque de bebida cargosa. Los préstamos y los convites lo tenían de la cuarta al pértigo, mas, queriéndolo las muchachas, con chichisveos se resarcía. Nadie como él para argumentarle á una celosa ó asediar á una ingrata.