con reflejos de grama, envolviendo á la joven en su tibieza pluvial! Qué lujosa galanura cuando las borlitas punzó que acollaraban de las puntas sus trenzas rozaban el suelo á cada paso!
Nadie averiguó su paradero, así notaran en su dueña un gran cambio consiguiente. Ya no corría, cascabeleando carcajadas; y sus párpados al alzarse suponían extáticas indolencias. Vestía ahora el hábito franciscano, como buena patriota, al decir de algunos; pero otros creían ver en lo tal un voto inconfeso. Continuamente hallábanla distraída, frío ya el mate en su regazo, contándole a la soledad queridas angustias; y enamorada la juzgaron, porque al anochecer se sentaba en el umbral, destacándose sobre el vano tenebroso mientras canturreaba villancicos de Navidad:
por el callejón,
trayendo la leche
Tal posición acrecía efectos de crepúsculo en su tez como espiritualizada por remotos albores. Sus ojos adquirían una histérica inmensidad; la adumbración del rancho abolíale medio rostro, mientras en la nariz, en un punto del mentón, en la prominencia del pómulo, sombreábase un indeciso ala-