Reñían dos gallos de fama: uno guairabo tuerto y un negro mestizo de charata. La fiesta venía con motivo de un topamiento de compadres en el que figuraban dos matrimonios de la vecindad; pues los montoneros se premiaban así de la guerra, uniéndose las partidas en tal cual jolgorio, después de un combate o cuando el enemigo abandonaba la región. Esa mañana disponían además de un novillo gordo.
Bajo los nogales solariegos, la gente concurría, trebejo en mano, al beneficio de la res, mancornada con la cabeza al Naciente, según la regla.
Arrollado el calzoncillo y desnudos los brazos desollaban, chaireando al pasar los cuchillos en el cuerno del animal cuyo ojo se vitrificaba con opacidades de lustrina. Junto al coágulo de su sangre que cobraba al sol oleosos matices de terciopelo,