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LA GUERRA GAUCHA

Por sanguinario vilipendiábanlo también, no obstante su reconocida lenidad ante las crueldades del godo. Tal cual de éstos, castrado en rencorosos taliones ó clisterizado al ají en brutales jugarretas; uno que otro ejemplar de horca y dos ó tres maneas de cuero chapetón suministraban las imputaciones de tiranía. Pero no se hace la guerra con unturas ni lástimas; y la rudeza de sus montoneros, sin cesar provocados por horrendas ejecuciones, explicaba aquellos desmanes.

Qué le reclamaban entonces? Las togas y las cogullas habían de sustituir á la espada?...

Y en contra suya, también, preveníalos su altanera seducción ilustrada por amables fortunas, lo mismo con la dama que con la campesina, pues primero como gaucho en el fogón, no era, como galán, segundo en el estrado. Y por igual detestaban sus guardamontes recamados de seda y oro, sus preciadas charreteras, sus constelados dormanes, la pompa de mando con que se prestigiaba en la masa ingenua.


Los batallones del rey precipitaban la retirada. A poca distancia, iban repartiéndose en encuentros parciales. El campo ondeaba ya de galopes.