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LA GUERRA GAUCHA
Levantaron el cadáver, tan ligero que aparentaba un pollito; reclináronlo en un catre bajo el crepúsculo techado por nubarrones de cinabrio espeso como un suntuoso plafón — y uno de los montoneros, reverenciándolo, mojó sus dedos en el coágulo de la herida, y con ademán sombrío se santiguó por la señal de la patria.