El oficial intercedió entonces, accediendo aquélla. Agradeció el paisano con un balbuceo, guardó el doblón con que lo gratificó el huésped y se marchó.
Durante la noche entera pensó este último en la patria. Qué parangón cabía entre ese rasgo y su lealtad? La patria!... No residía en ella algo de la joven? Y él, á su vez, no pertenecía al mismo suelo americano después de todo? Su punto de honor no era sino timidez. La deserción clareaba más y más el ejército realista, pues los soldados criollos se pasaban á docenas. Por qué había de ser un menosprecio? Valía más, entonces, combatir contra su propia tierra? En el fondo, realista ó patriota, se moría lo mismo.
Algunos días más tarde, la señora, en uno de los paseos cotidianos, se insinuó con más viveza sobre el desamor que atribuía al militar para con sus deudos. ¿Tanto lo absorbía la guerra, que padre, hijos, todo lo había de sacrificar? No se lo reprochaba, pero lo sentía...
El militar se asombró risueñamente. Reproches? ... Aun merecidos, nada valieran para con lo que le debía. Pero supuso mal. Por huérfano metiose soldado casi desde niño, y en cuanto á matrimonio, fuera de la espada...