Página:La ilustración española y americana 1870.pdf/27

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

de agua que saltan sobre las piedras, los granos del polvo que se levanta de la tierra y veremos hasta los átomos del aire.

Pero todo esto se nos ofrecerá en mortal perspectiva; todo inmóvil, frio, helado, muerto.

Parece que la superficie del cristal incubada por los rayos de la luz solo produce cadáveres, como si la fotografía hubiera venido al mundo presente solo á reflejar rumas. El hecho es que todo muere en sus manos.

El cuadro mas animado, el paisage mas vivo al pasar por la cámara oscura, parece que espiran, y la fotografía solo acierta á ofrecernos la rigorosa exactitud de sus restos mortales.

Por no sé qué regla de su estraña Estética embellece unas fisonomías al mismo tiempo que afea á otras: ateniéndose ciegamente al rigor de las líneas y á la realidad de los contornos, incurre con frecuencia en una contradicción inesplicable: saca siempre la semejanza y pocas veces el parecido.

De casi todos los retratos arrancados al aparato fotográfico puede decirse: Es él, pero no lo parece. Y es que el aparato le pide al original en el momento de la concepción de la imagen la inmovilidad de la muerte, y la fisonomía se reviste de una rigidez momentánea que mata la espresion natural del semblante que es el alma de la fisonomía sin alterar la semejanza.

Mucho antes que la fotografía viniera á ocupar su puesto en el catálogo de los adelantos modernos existia ya un aparato semejante que producía y aun produce efectos contrarios.

Bajo su acción todo se anima, todo brilla, todo se mueve, todo vive.

Ante este aparato las miradas centellean, las sonrisas hablan, la espresion del semblante se deja sorprender el pensamiento; hasta los paisages, según Balzac, tienen ideas y hasta los objetos inanimados parece que respiran. De este aparato han salido las creaciones inmortales del genio del hombre; todas las obras que han vivido, que vi ven, que vivirán.

El primero de estos aparatos produce la realidad del artificio, el segundo la realidad del arte. En el primero se reproducen con rígida exactitud todos los accidentes superficiales de los objetos, en el segundo se descubre el fondo de las cosas y el fondo de los pensamientos.

Aquel es el espejo del cuerpo, este es el espejo del alma. Designándolos con nombres propios diré que el primero es Laurent, es Julia, y el segundo Velazquez, es Rafael. O lo que es lo mismo: la Fotografía y el Genio, la máquina y el hombre, el artesano y el artista.

Es verdad que en cada calle hay una fotografía dispuesta á reproducir nuestra imagen á veinte reales el ciento, pero no tiene cada uno en el fondo de su corazón un cristal oculto donde se reflejan con viva claridad las imágenes de los objetos admirados y queridos.

Sin duda, pero por lo visto es mas cómodo confiar á las frías paguas de un álbum las imágenes fotográficas de las personas queridas, que llevar á todas parles ese peso en el corazón.

Así el amor, el cariño, la veneración y el respeto pueden mostrar fácilmente en las joyas mas preciosas las diminutas fotografías de aquellos á quienes aman, quieren, veneran y respetan, como si el alma necesitara la presencia de aquella imágen muerta para mantener vivo el recuerdo en la memoria.

Y en verdad que no hay nada mas triste que esas imágenes frías, corladas por la vigorosa presión de una máquina, con los ojos entornados como si no quisieran verse, con la boca contraída por la realidad de una falsa sonrisa, donde to do se ve menos la vida.

Y si la perfección de este mecanismo llega á dar á sus reproducciones la animación y el espíritu que hasta ahora solo ha sabido imprimir el arte con las obras del hombre, será preciso que nos llenemos de admiración y de vergüenza.

Porque verdaderamente seria admirable que una máquina llegara á poseer los más raros secretos de la inteligencia humana, y al mismo tiempo seria vergonzoso que el hombre inteligente no pudiera hacer más que una máquina ciega.

Mas si la fotografía no acierta á dar á sus estampas la vida que les quita, en cambio es la espresion viva del realismo en que mueren las artes y las letras.

Como todos los descubrimientos, ha venido en su tiempo, cuando era necesaria, cuando la industria la ha reclamado. La imaginación del hombre todo lo anima, pero la imaginación se iba apagando y fue preciso que brotara la luz de la cámara oscura.

En ningún siglo se han hecho más retratos ni más fieles que en este siglo, y sin embargo, me atrevo á decir que en ningún siglo se han conocido menos los hombres. El siglo de oro tuvo considerable número de famosos pintores, en nuestro siglo tenemos un número más considerable todavía de famosos fotógrafos.

Nuestro Museo, perdónenme Gisbert, Haes, Casado, Germán y algunos otros, es un magnifico álbum de fotografías.

Gisbert, Haes, Casado, Germán, etc., son pintores, pero si fueran fotógrafos, serian más, porque serian ricos.

J.S.

ALBUM POETICO.


A LA PEREZA.

¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio el que madruga con la aurora,
aunque las musas digan que enamora
oir cantar á un ave la alborada!

¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada
reposar una hora, y otra hora!
Comer, holgar... ¡qué vida encantadora
sin ser de nadie, y sin pensar en nada!

¡Salve, oh Pereza! En tu macizo templo
ya, tendido á la larga, me acomodo.
De tus graves alumnos el ejemplo
me arrastra bostezando; y de tal modo
tu estúpida modorra á entrarme empieza
que no acabo el soneto... de per...


Manuel Bretón de los Herberos.

LA DISCRETA ENAMORADA.

CUENTO.

Era doña Felipa Zaragoza
lo que entónces llamaban los peritos
una arrogante moza:
buena cara, buen talle, ojos bonitos,
rosa la tez, marfil la dentadura,
la cabellera oscura,
veintiocho años de edad, y no cabales,
cabalitos de renta cien mil reales;
doncella, en fin, para acabar el cuento,
doncella de virtud y entendimiento.

Cualidades tan buenas
traíanle obsequiosos á docenas;
y echósele de ver algún cariño
á un señor coronel, que no era niño,
viejo tampoco, pero
gran persona también, gran caballero.
Pepito Pitez, pollo
de unos veinte años y ningun meollo,
decíale una vez á nuestra dama:

«Vuelva usted, Felipita, por su fama:
se dice, se asegura
que se nos va á llevar tanta hermosura,
quien, según documentos que hay escritos,
no tiene menos de cuarenta añitos. —
Cuestión, dijo Felipa, se presenta,
que á usted, Pepito, resolver le dejo.
Un burro de veinte años, ¿no es más viejo
que un hombre de cuarenta?»


Juan Eugenio Hartzenbusch.

MADRIGAL.

A N. YG.

EN EL ACTO DE RECIBIR LA BENDICION NUPCIAL.

¡No vi más gentil doncella;
ni más apuesto doncel;
ni más envidiosas de ella;
ni más envidiosos de él!

Campoamor.

EL ÁNGEL.

Ayer una voz del cielo
en mi pecho resonó:
—«¿Viste algún ángel en el triste suelo?»
y respondí que no.

Más tarde te he conocido,
y al conocerte, te amé,
y en raudales de amor se han embebido
mi esperanza y mi fe.

También una voz del cielo
hoy ha resonado en mi:
—«¿Viste algún ángel en el triste suelo?
¡y respondí que si!

José Marti.

LOS LIBROS NUEVOS.

Deber es de La Ilustración tomar nota con regularidad de las obras que vean la luz en los países civilizados. Los libros son los eslabones de la gran cadena de la inteligencia humana, en ellos el pensamiento y el estudio van dejando sus huellas y puede asegurarse que con menos ruido, con menos desventuras y con tanta gloria, si cabe, como los soldados, ganan batallas sobre la ignorancia, el fanatismo y la inmoralidad, razón por la cual merecen, cuando menos, los honores de la atención.

Nos proponemos, pues, en esta sección de nuestro periódico citar las obras que se publiquen, dar una idea de ellas, é ir formando de esta manera una serie de apuntes bibliográficos de gran interés, sin duda alguna, para los que deseen conocer el movimiento intelectual del mundo.

Poco es, por desgracia, lo que producen las prensas españolas.

Un libro verdaderamente literario ó científico, un libro que marque un progreso, que responda á una necesidad del espíritu, es rara avis en nuestro pais, tristemenle trabajado por la política.

Asi es que cuando brota un libro como el poema de don Ramón Campoamor El Drama universal, ó una novela con cienzudamente pensada y escrita con gran galanura, como Doña Francisca, del señor Cutanda, es necesario saludar los con júbilo y ponerlos en la balanza para que inclinen un poco el peso de lo bueno levantado más de lo regular por la fuerza que hacen en el otro platillo las infinitas publicaciones que para halagar debilidades ó pasiones, para fomentar el mal gusto, para excitar la curiosidad ó pervertir los sentimientos, publican los que solo ven en la invención de Gutenberg un medio cómodo de explotar á sus semejantes.

Dignos son también de atención los brillantes escritos que publica en sus números La Revista de España. Merecen particular mención los que ven la luz en La Revista de Instrucción pública.

Los trabajos que silenciosamente llevan á cabo los académicos en las Academias de la Lengua y de la Historia, revelan que hay quien vela para que no se estinga el fuego sagrado, y asimismo merecen atención las críticas literarias, bien escasas por cierto, que aparecen en alguno que otro periódico político.

Digna de escitar vivo interés es la Historia de la beneficencia municipal de Madrid que acaba de publicar el ilustrado profesor don Eduardo Sánchez y Rubio.

La obra fue laureada en el concurso de 186o, y su aparición es de gran utilidad en los actuales momentos. El ilustrado escritor propone entre los medios de mejorar la beneficencia, la creación de enfermerías de distrito para las personas que carezcan de hogar y de familia, y el establecimiento de fondas económicas, y reasume todas sus teorías sobre la beneficencia en esta fórmula: Enseñar sin tasa y socorrer con ella.

En breve tiempo se ha enriquecido España con tres estudios históricos que honran sobremanera á su autor don Carlos Navarro y Rodrigo: son estos El Cardenal Cisneros, O'Donnell y su tiempo, é Iturbide.

Este es el último su elegante forma y la oportunidad con que aparece el retrato del efímero emperador de Méjico son las cualidades que más resaltan en él.

También merece llamar la atención el poema latino de Valerio Los Argonautas que ha traducido en versos castellanos, y publicado en Madrid don Javier de León Bendicho. La Carmañola, comedia de un ingenio de esta corte, es una fina sátira de las costumbres políticas contemporáneas.

Por último, las Conferencias para la educación de ¿a mujer que se celebran en la Universidad, completan la parte principal del cuadro en que va dejando sus luminosas huellas el movimiento intelectual de España, oscurecido, pero no tan ocioso como las apariencias hacen suponer.

Las últimas obras publicadas en el estranjero revelan con