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de 1869, en que se inauguró el canal de Suez, y fueron los siguientes:

Franceses: Yacht de S. M. la emperatriz, Aigle; fragata Themis, con insignia de contra-almirante; vapor Aelif; id. Fortín; id. Bruat] id. Salamandre.

Austríacos: Yaclit de S. M. el emperador de Austria? ííaiY; fragata blindada , Ferdinand Max; id., id., Tlobs"urg, ambas fondeadas en la rada ; corbeta ¡Migoland; vapor Elisabelh; corbeta Bum.

Prusianos: Fragata Arcona, con S. A. 15. el principo de Prnsia; id. Elisabelh; id. Hería; vapor Dauphin; idem Grille.

Holandeses: Fragata Von Wassetnaen, con su A. R. e' principe de Holanda; vapor H«cfc;id. Brialand.

Egipcios: Vapor Marhusse, con S. A. el virej di-Egipto; fragata Mohmnmed Alí; vaporMisier; id. Lutif; idem Garhf; corbeta Masé; id. Faium.

Ingleses: Fragata blindada Lord Warden, con insignia de vire-almirante; id. Caledonian; id. nogal Oak; idem Prinee domort; id. Belteroplion, todas fondeadas en la rada; vapor Psyche, con el embajador inglés en Constan•inopla; vapor Linx; corbeta Nevpvorl; vapor fíapid; idem Lee.

Sueco: Corbeta Wannadis.

Noruego: Corbeta Nordsjerten.

Rusos: Vapor Piesonnage, con el embajador de Rusia; corbeta Jachant.

Español: Fragata Berenguela.

Había, además, la fragata de guerra dinamarquesa Sonson, y basta ciento veinte entre vapores y barcos de vela, mercantes, entre ellos el vapor español Pelayo.

La Berenguela, que había permanecido en su puesto, bobo de engalanar saludando al yacht de la emperatriz y demás barcos, que en el dia 23 tornaron á Puerto Said.

A la tarde fué en persona Mr. Lesseps á visitar al señor Salgado, y darle explicaciones á la carta oficial que éste le había dirigido el dia 17. La dificultad era en el Serapeum , donde había una peña con solo cinco metros de agua y otros cinco de superficie, único paso difícil del canal. Mas todo se podia hacer, alijando el buque, basta dejarle en el calado necesario, para lo cual el señor Lesseps facilitaría, sin gasto alguno, cuanto necesario fuese, empleando, á ser necesario, camellos de suspensión.

En que pasase la fragata tenia interés Mr. Lesseps, no solo por el crédito de la Compañía, más por su cariño especial á España.

En la mañana del 24 de noviembre se presentó de nuevo Mr. Lesseps, como lo había prometido, acompañado del ingeniero director de los trabajos, comandante de marina, y demás personas competentes; y en la cámara de recibo, ante el señor segundo comandante y oficiales que se hallaban á bordo, dieron todos las esplicaciones que anteriormente había dado Mr. Lesseps, añadiendo te podía contar con la más completa seguridad de buen éxito.

Dudó el señor Salgado si estaba en el caso de emprender faenas de tanta consideración, como echar fuera artillería, carbón y velamen, sin hallarse autorizado por el señor ministro de Marina, y con objeto de resolver el caso, puso telegrama, que Mr. Lesseps se ofreció á trasmitir en francés para mayor seguridad. Asi lo hizo éste, remitiendo á bordo una copia.

En el lago Timsah había que hacer las operaciones de alijo, para las cuales pedia Salgado autorización, y como era preciso pasasen lo menos tres días hasta que tornaran los barcos que habían ido á inaugurar el canal, razón habia para esperar llegase la contestación de España.

Recibió al cabo Salgado autorización para pasar el canal, si creia suficientes las seguridades que le daban. Puesto de acuerdo nuestro marino con los directores de la Compañía, emprendió la fragata la navegación, no hallando dificultad desde Puerto Said, hasta el lago Tinisab. En pos de la nuestra, seguía la fragata de guerra prusiana Hertha.

V.

Viendo que el caso exilia cierta espera, los señores de la embajada del Japón determinaron embarcarse en la Mala francesa. Navegó la Berenguela sin estorbo basta el kilómetro 45, gobernando el buque con habilidad suma el señor comandante de marina Mr. Paul Pointel.

Los calados, con artillería y batería á proa y la mitad do la aguada, oran: de popa 5*57, y de proa 5*55. Pasado el kilómetro 45, y rebasado Kántara, hubo la Berenguela de parar, amarrada á la orilla izquierda, esperando la vuelta encontrada de la fragata de guerra Nordstjernen, que se hallaba en el lago Timsah. Amarró por la popa de nuestra fragata la prusiana, de que más arriba hemos hablado, y en seguida un gran vapor mercante inglés, de 120 metros de eslora. Entonces fué cuando se separaron de nuestros marinos los señores de la embajada del Japón.

No habian cesado un punto de trabajar las dragas en el kilómetro 58, y llegado el caso de seguir adelante, no quiso tampoco Mr. Paul Pointel que nadie pilotease el barco, que gobernó él en persona; y anduvo sin tocar ni una sola vez en los violentos tornos del Guisr ni en el paso del referido kilómetro 58, el cual, dragado, ofrecía 6"2 metros de profundidad y 16 de anchura. A las cuatro fondeó nuestra fragata á menos de una milla de Ismailia, quedando la prusiana barada á la entrada del lago y sucediendo lo propio á mitad del camino al vapor inglés.

Con esto resaltaba la distinción hecha á España por la Compañía y por Mr. Pointel, cuya exactitud y acierto fueron tales en los pasos del Guisr y de Ferdanne, rascando seis enormes dragas, sin detener un solo momento la velocidad de cinco millas que el barco llevaba, que, desde luego, se propuso el señor Salgado recomendar debidamente el hábil y cortés comandante de marina al gobierno español.

Hasta la mañana del 9 de diciembre no se comenzó á descargar la Berenguela de cuanto había de ir por el canal de agua dulce á Suez. Empleáronse ocho gabarras, y duró la faena hasta el dia 13, mientras barrenos y dragas seguían trabajando en el Serapeum.

En la tarde del 15 halló el comandante de marina, Mr. Víctor Possel, que en dicho punto tenia ya el canal 5*10 metros. La Berenguela calaba todavía 5*30 metros, lo menos en que pudo quedar. Rizoso entonces do suerte que la fragata, teniendo en cuenta la figura de la cuaderna maestra á cuatro metros do la quilla, ganase cerca de un metro de agua, y de acuerdo con el comandante de marina, determinó el señor Salgado pasar el día 16.

Paró la maquina al llegar al punto de mayor dificultad , y andando despacio siguió adelante sin el menor tropiezo, desembocando en los Lagos Amargos y siguiendo hasta el kilómetro 145. Allí bajaba la marea con bastante velocidad, y habiendo que cruzar todavía varias estrechuras, fondeó la Berenguela con los anclotes, á prevención dispuestos en la proa.

Á las siete de la mañana del dia siguiente se avivaron los fuegos, y aprovechando el crecer do la marea, siguió nuestra fragata adelante, llegando á Suez á las nuevo, donde quedó amarrada orillas del canal y próxima al desembocadero, pudiendo recojer el velámen, artillería, carbón, anclas, cadenas y demás objetos que so habian tenido que desembarrar, trasportados al mismo punto por el Canal de Agua Dulce.

Llegó en esto el mismo Mr. Lesseps en persona rebosando de júbilo el semblante, y diciendo iba á felicitarlo á si propio y á felicitar al señor Salgado. Con razón, en verdad, pues la Berenguela era el buque do mayor manga y calado que atravesaba el canal.

Entonces, Mr. Lesseps, cuya satisfacción era cada vez mayor, abrazó al comandante do nuestra fragata, añadiendo que en aquel momento abrazaba á España entera, y que cuanto había hecho para mostrar simpatía y cariño á nuestro nombre, le parecía insuficiente.

Justo es que desde las columnas de La Ilustración Española Y Americana, digamos nuestro agradecimiento á Mr. Lesseps, hijo de madre española, devolviéndolo su abrazo y deseándole toda la ventura, toda la honra y toda la prez que se merece. A tales pensamientos no puede menos do unirse con el corazón quien esto escribo, hijo de un antiguo y leal amigo do Mr. Lesseps.

La Berenguela estaba ya en las aguas del Mar Rojo... En telegrama recibido el dia 26 de diciembre, daba cuenta el señor Salgado de haber salido el dia 25 para Manila con la fragata de su mando.

Fernando Fulgosio.



LA FE DEL AMOR.
NOVELA


Por
DON MANUEL FERNANDEZ Y GONZALEZ.
(CONTINUACION.)
III.
MISTERIO.

El arroyo de Butarque es una pequeña rambla que pasa entre una cortadura de terreno, coronada de espinos y revestida de hiedra, y una espesura de álamos negros. Aquel lugar, aun de dia es siniestro.

Aun de dia, huele á crimen.

Por la noche, y aun á la caída de la tarde, se evita su paso.

En este lugar, pues, y cerca de las nueve de una noche lóbrega, era donde Esteban habia oído aquellas angustiosas voces de:

—¡Asesinos! ¡Socorro!

Los cabellos se lo erizaron do horror.

Refrenó á la yegua, y escuchó:

—¡No hay quien me socorra, por el amor de Dios! repitió la voz agonizante.

Esteban detuvo decididamente el carruaje.

Ató corto las riendas á la concha para que la yegua no pudiera marchar y saltó á tierra.

Otro en su lugar hubiera apretado á la yegua y hubiera salido á escape del mal paso.

Pero Estéban era valiente y tenia buen corazón.

Se encaminó á la arboleda que se estendia á la derecha del camino, se detuvo á su bordo y escuchó.

Tenia las dos pistolas amartilladas en la mano, y el corazón sereno. Oyó un gemido profundo.

Sin duda el que habia hablado antes no podia ya hablar.

Estéban adelantó vivamente hacia donde habia sonado aquel gemido, esclamando:

—¡Animo! ¿Dónde es?

En aquel momento sintió que lo asían fuertemente los brazos por detrás, y en vano procuró desasirse: estaba sujeto como por una máquina de hierro.

Al mismo tiempo una sombra que le habia acometido de costado ¡un fraile! lo arrancaba las pistolas.

Y todo esto en silencio.

Estéban pretendió gritar, pero su voz se ahogó en un pañuelo que le habían puesto en la boca.

Luego le ataron.

Entonces vió Estéban que se trataba de dos frailes.

La idea de los Pulgas, de los dos bandidos hermanos do Carboneras, le vino á la imaginación.

¿Qué pretendían?¿Qué podían robarlo?¿El reloj? ¿Ochenta, cien reales que era todo lo que Estéban llevaba consigo?

Pensando en esto les dijo:

—¡No me maltratéis! ¡No me matéis! ¡Yo no os conozco! ¡Yo no puedo denunciaros; tomad todo lo que llevo encima! ¡Evitad un crimen inútil!

Los bandidos no contestaron, siguieron en su maniobra de atar de piés y manos á Estéban, y de impedir que pudiese hablar apretando más el pañuelo, á través del cual habia podido pronunciar de una manera ahogada sus palabras el jóven.

Luego los bandidos asieron de él, el uno por los piés, el otro por debajo de los brazos, y lo internaron en la espesura.

Esteban esperímentaba un terror indescriptible: una convulsión poderosa, la convulsión del terror, la agonía do una muerte horrible que esperaba de momento en momento le agitaba: zumbaban sus oidos: su sangre estaba helada: un vértigo horrible se apoderaba de él: aquello era morir cien veces.

Los bandidos no pronunciaban una sola palabra.

Continuaron marchando durante algunos minutos.

Cuando llegaron á lo más espeso de la arboleda, dejaron á Estéban en el suelo.

Luego uno de los bandidos so alojó, y el otro fué á sentarse al [lié de un árbol á poca distancia de Estéban.

Este no podia absolutamente moverse: de tal manera le habían atado.

Estaba tendido boca arriba.

Las ligaduras y la mordaza le lastimaban do una manera dolorosa.

Sin embargo, no lo habian robado. ¿Qué pretendían, pues, aquellos hombres?

Sin duda apoderarse de la yegua y del carruaje; pero si eran ladrones, ¿por qué no lo hablan quitado el reloj y el dinero? ¿Por qué mientras el uno se alejaba, el otro continuaha guardándole?

Estéban no se podia esplicar esto: bien es verdad quino podia explicarse nada: el terror coartaba sus facultades.

El veia á poca distancia la silueta informe del fraile guardián, que más oscura que el fondo sombrío de la noche se recortaba do una manera fatídica: los troncos de los árboles tenian una apariencia lúgubremente fantástica; el viento frío y pesado parecía el hálito de una tumba: