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Página:La ilustración ibérica tomo V 1887.djvu/21

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16 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA


ríz algún tanto a guisa remolacha, de labios encendidos y carnosos, de cuello largo, é ídem de cuerpo, de lengua, de brazos y de pies.

La vanidad le había tomado por su cuenta, y ella se revelaba en todas sus obras, en todos sus gestos y, en realidad en el acompasado movimiento de sus cuatro remos, que solamente parecían moverse y agitarse á impulsos de esa finchada, perjudicial y reprochable señora.

En el pueblo le llamaban el pavo de Navidad, pero él no temió nunca las sangrientas hecatombes de la clásica Nochebuena.

IV EL FRAILE

Siipicntisiiuo varón, guapo atable, cariñoso y jovial.

Entusiasta de Feijóo, admirador del padre Isla, predicador erudito, enemigo de los inquisidores, despreocupadillo, amigo de Muñoz Torrero, de Quintana y de Nicasio Gallego, y con asiento en el coro, en el confesionario, en los bufetes, en las tertulias, en los teatros caseros, en loe escaños de las fuentes, en las barberías y en el banco de casa del herrador.

Fray Pedro Nolasco, de la orden de los carmelitas y como tal más tolerante y más sociable qne loe demás frailes, era el padre espiritual de mochas damas y melindrosas damiselas, el consultor en los casos graves, el que apaciguaba á las almas timoratas, el que consolaba á las muchachas enamoradas, el que ponía término con mocho tino j con cierta gracia especial á ruidoess escenas conTOjpües, y el hombre, en fin, qoe rfi"nV. qoe dingia y qoe legislaba en el «eoo de mochas friní liají que no se tomaban el trabajo de obrar por cuenta propia.

Fraile de mochos latinee, de mucha experiencia, de mocha trastienda, de mucho tino y de nmdta ob s e rv ación. Notabilísimo padre que desde sos mocedades se adelantó á su siglo, que p ie si nt í A la revolucién social, que no odió á Oodojr, qoe estadio mocho y bien á Jovellanos, loe temía, mn embargo, por lo que había de

TOLEDO PUENTE DE ALCÁNTARA

venir, aunque no sabia á punto fijo lo que vendría y lo que sucedería en nuestro revuelto y antojadizo país.

Era un monje sociable como pocos, curiosillo como una mujer, ladino como un estudiante do tuna y gran conocedor de esa gramática parda que se aprendía tras la espesa rejilla del confesionario, en el estrado de la bella, cabalgando en la muía del convento 6 repasando cuentas y oraciones r-n la j,iu;rta do un mesón.

Elibuen señor visitaba muy á menudo á doña María Luisa, y murmuraban los envidiosos del lugar, que si nuestra dama era tan sabia, tan culta y tan buena doctora como á la par picaruela, ora por obra y gracia de su erudito y distinguido confesor.

Fray Nolasco se reía buenamente de ello; y la viudita también.

(Se continuará.) Francisco Gras y Elías.


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