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LA ILUSTRACION IBÉRICA


—Eso dice ella.

—Y es verdad.

—No digo que no.

—¿Y tú crees que á una mujer se la deja en tal estado, sin más ni más, porque se te haya puesto en la cabeza? ¿Tú crees que se echa, así como se quiera, ese puñado de honra á una familia? ¿Crees que ni yo ni mi mujer tenemos pizca de vergüenza?

—¡Yo qué sé!

—¿No tengo ya bastantes hijos á quienes mantener, que quieres darme los tuyos? ¿Qué te has pensado, que te vas á reír de mi?

—Yo no digo nada.

—¿Qué motivos tienes para romper con mi hija?

—Ninguno.

—¿Es verdad lo que dice tu madre, que no quieres casarte con la Blasa porque es una tal y una cual, y pretendes á la hija del tabernero porque tiene cuartos?

—¡Quién hace caso de mujeres!

—Te han visto con ella muchas veces.

—Habladurías.

—Te he visto yo.

—¿Usted?

—Sí, yo; la otra noche entró á echar unas copas, y tan amartelado estabas que no me conociste.

—Sería casualidad.

—¡Casualidad! ¿eh?... Más pronto se pilla á un embustero que á un cojo. ¡Casualidad!... A mí no me gusta proceder á ciegas y, antes de hablar, me entero de las cosas. Hoy mismo, en vez de venir á la obra, me fui á hablar al tío Robles, quien dice ser cierto que estás en relaciones con su hija. ¿Lo negarás ahora?

—Y bueno, ¿qué? Me gusta la Clotilde. ¿Qué se le importa á nadie?

—Haberlo pensado á tiempo.

—¿Quién me lo impide?

—La Blasa está en cinta.

—¡Que no se hubiera dejado!

—¡Mira lo que hablas, no tengamos luego que sentir!...

—¿Es amenaza?

—Tómalo como quieras.

—Es que...

—¿Dejas á la Clotilde?

—No, no la dejo.

—¿Te casarás con mi hija?

—¡Qué más quisiera ella!

—Piénsalo.

—Por pensado.

—¡Ah! ¡Prefieres que te rompa el alma! — gritó Juan, hecho una furia.

Los albañiles se volvieron á mirarlos.

—¿A mí?

—A ti.

— No hay quien me rompa á mí el alma.

Algunos transeúntes se detuvieron en la acera de enfrente, al ruido de la disputa.

—¡Ahora mismo vas a verlo!

—¡Cono no se la rompa V. á la...!

Juan, ciego de ira, avanzó, enarbolando la piqueta con ambas manos; el bizco le volvió espalda, se asió A las sogas que sujetaban el andamio, y cuando le vio cerca, echó las piernas al aire, dándole tan fuerte patada, que el viejo perdió el equilibrio, resbaló, y, dando vueltas, fué a estrellarse en los adoquines de la calle.

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Al muerto lo llevaron al cementerio, el bizco fué en presidio, la viuda pide limosna y Blasa se vende al vicio.

No hay nada más vulgar que la desgracia.


Vicente Colorado.


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= LUCRECIA (Cuadro (le Lorenzo Lotto)

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NUESTROS GRABADOS

LA BIBLIA DE GUTENBERG

Cuadro de Lerehs

¡Qué mirífica emoción la de los tres dignos bibliófilos al toparse nada menos que con aquella Biblia eternamente memorable que salió de las prensas de fiiiteaberg en los albores de su invento incomparable, resultando, sin embargo, una obra maestra de la tipografía! ¡Qué voluptuoso placer, qué curiosidad ardiente se ve reflejado en esos rostros, revelando en los buenos religiosos la alteza de sus inteligencias y el refinamiento de sus grnstosi Dulce emoción de que no pueden tener Idea lo.s brutales adoradores de los viles y fáciles placeres de la materia; dñliquio reservado solamente á las almas elevadas que despreciarían un fajo de papeles del Banco á trueque de un i7icunable.

DOMINÓ

Cuadro de Franh Bramlry

Como se ve, estamos en presencia de una obra enteramente realista, ejecutada con prodigiosa habilidad de mano, llena de aire, exactísima de luz, y lo que vale más que todo, sincera, natural, espontánea, fuerte. Vengan Dominas, aunque sea de Inglaterra.

La MATERNIDAD

Relieve de D. Medardo Sanmarti Bibujo de P. y Valor Digna es esa obra de lo que había derecho" á esperar de su distinguidísimo autor, dando con ella una nueva prueba de su poderoso talento y magistral ejecución. La capital de España podrá envanecerse de contar con una joya escultórica más entre las que ya posee, pues ese relieve está destinado á figurar en la puerta principal de la Casa de Maternidad de Madrid.

HERO

Cuadro de A. Sichel

No hay para que repetir aquí la historia eternamente lamentable de Leandro y Hero, sabida de jóvenes, de viejos y de niños. Sichel ha representado muy acertadamente la figura de la desgraciada amante del intrépido nadador, la cual, como se ve, merecía muy bien la pena de darse Leandro aquellos diarios y largos remojones.

PLAFÓN DECORATIVO

Fresco de Paul Baudry

Conocido universalmente es el nombre del ilustre cuanto malogrado pintor de la Grande Opera de París. No tenía