s»-j A ILUSTRACIÓN UÍERICA Mme. deSauve á Mine.»Moniiiitvs, y luuolia liis- tancia, sin que deje tampoco de babor aniilogías por lo que se refiere á lajs repetidas rehiciones con Liavran y Vincy. Más es: tenemos en Cntel fnignM una niadro lunante, delicada, que bace la guerra á la pasión fatal do su hijo, 3- en Mentiras tenemos una hermana - madre que representa paj)el muy parecido; como oti-os pei-sonajes se- cundarios ofrecen semejanzas, si no en los carac- teres, en sus relaciones cxm el protagonista. Pero, de todas suertes, nada de esto acusa falta de in- vención, pobreza de fantasía, aunque si la tenden- exact-a y siuceiii, 110 temo caer 0:1 lufjurc's coum- ues ni correr por camino ti-iilado. No busca la novedad, este escritor, en el asunto, sino en la frescura y fuerza espontánea do su corazón y de su tiilento. Sin que yo le coloque entro los grandes no- velistas del día, ni le crea capius de copiai- cua- dros tan ricos y complejos, plásticos y poéticos, como los de íilgunos maestros, me atrevo á ase- giu"ar que la sencillez de sus composiciones no revela falta de imaginación ni medios de ex- presión artística, sino el propósito de mantener PERICOT Y AMARILIS (de la comedia La fiel pastora cia predominante, por ahora, á estudiar casos psicológicos de un orden en que los recuerdos y cierta observación inmediata 6 experiencia pro- pia pueden dar al autor documentos segaros y conocidos profundamente. Después de Gruel enigma aparecieron Crimen de amor, muy leída y comentada, y Andrés Cornelis, que fué llamado el Hamlel del día, no para igualarle al de Sha- kespeare, que tan feo y absurdo le parece á Sar- dón, sino por la semejanza del asimto entre la novela de Bonrget y el drama inmortal. Yo he leído, además, una novelita del ilustre crítico, titulada, si no recuerdo mal. Carrera de ohs- tóculog, y también en ella se trata del amor pu- rísimo de un joven, aquí casi un adolescente, héroe por amor. Sí, el amor, y el amor hondo, el amor, si no platónico tampoco exclusivamente sensual, es hasta ahora el tema constante de este novelista, que, seguro de llevar al asunto una nota original, bien sentida, y observación propia, fecunda. la novela psicológica, para la que tiene singu- lares dotes, y mantenerla en la forma y en los procedimientos que hoy deben emplearse en i ella. El cariño de este autor á Stendhal y á Du- ! mas explica esta predilección del novelista. ' Según la murmuración literaria, esa tendencia de P. Bourget le ha valido que algún maes- j tro del arte francés haya dicho de ól: «Ese Paul I Bourget... es un Ohnet disfrazado de filósofo.» La frase es injusta si se debo entender que Ohnet (á quien yo no he leído) es un mal ' escritor, un hombre vulgar que gana dinero
- escribiendo para las masas; porque lo cierto es,
que P. Bourget, sin que merezca ser colocado, ' hoy por hoy, á la altura de Zola, ni aun á la de Daudet y Goncort, es un filósofo sin disfraz y un novelista á quion el vulgo no ha de en- contrar mucha gracia ni mucha variedad, pero que será siempre considerado como verdadero artista por los que tienen hábito de juzgar de tales materias. Y ahora hablemos do Mensonges exclusiva- mente. III A Paul Bourgot se le ha censurado la predi- lección con que trata la vida del gran mundo, y la especie de deleite que encuentra en describir la decoración de eso brillante y lujoso teatro, con todos sus muebles de refinado gusto, sus capri- chosos bibelots, y con la tiránica ley de sus mo- das. El mismo Lemaítre, que en un artículo hermoso y lleno de buena voluntad y de profun- da enseñanza trataba con singular cariño las obras de Bourget, desentrañando con admirable jjoi'spicacia sus méritos más recónditos, al lle- gar á este punto, con sonrisa benévola, se burla un si es no es de la afición al lujo y á la highlife que se respira, puede decirse, en las novelas de su colega. En efecto : lo mismo en Cruel enigma que en Carrera de obstáculos, que en Crimen de amar, se nota ese prurito. Pues bien: Mensonges, quo es una reincidencia, nos explica la causa de esto fenómeno observado por la crítica, y nos la explica de modo bien original y con muy elo- cuente ejemplo. En Mentiras debe do babor algo de autobiografía, lo mismo que en Cruel enigma, ó por lo menos cierto lirismo de estudio; algo como una autoanatomia psicológica, á la que no hay más remedio que recurrir cuando se quiere ahondar de veras en la observación y experien- cia artísticas. Reno Vincy nos hace ver con su historia, sobre todo, con su entrada en la socio- dad aristocrática de París, las causas del dile- tantismo mondain de su autor. Vincy joven, poeta verdadero, de la honrada y oscura clase media, que parece tener vinculada la prosa de la vida, por lo menos en el ambiente en que se mueve, da á la escena una comedia en un acto y en verso, Le Sigishée, algo así como Le Fas- sant de Coppée por lo que mira al éxito. Al día siguiente ol nombre de Vincy es famoso en Pa- rís: el sueño do la ambición juvenil comienza á i-ealizarse, pero su complemento tiene quo ser el goce material de la gloria, la entrada triunfal en el mundo de la elegancia y de la riqueza, donde toda comodidad tiene su asiento; donde el bienestar, el lujo, las formas exquisitas, espe- cio de selección de selecciones sociales, son como un dulce acompañamiento musical de la vida que la trasporta á cierta idealidad tangi- ble; donde la misma voluptuosidad, hasta en sus tendencias menos puras, toma un tinte de aparente delicadeza. Vincy vive en un rincón 2)rovinciano de París con su hermana Emilia, quo es para él segunda madre, tan amoi'osa como la perdida, y con el marido de Emilia, hu- milde profesor libre ó pasante de lecciones á do- micilio; excelente varón resignado con su suer- te, que consisto en corregir temas y tolerar que su esposa quiera más á Renato que á él. En el modesto cuarto de estudio de Roñé no faltan ciertos atractivos de ose similar del lujo creado por el buen gusto y por una mano que interpre- ta con sus aliños un amor apasionado; pero lo demás que rodea á Vincy todo es prosa, á lo menos todo lo que se vo: la prosa irremediable de la pobi'eza casi universal. Rosalía, una joven á quien on secreto Vincy, antes de ser célebre, se ha declarado, y que le quiere con alma y vida, no es prosa por su corazón ni en sus ojos bellos, pero es prosa en el traje, prosa on el hogar, prosa por la calle en que vive, prosa por la madre que tiene ; una de esas madres que tan bien pinta nuestro Luis Tabeada, quo casi ocultan la belleza íntima de sus virtudes do- mésticas y de su amor á los hijos bajo un cú- mulo de egoísmos familiares opresores y anti- páticos, de pretensiones ridiculas, de ínfulas cursis; el ama de su casa, en fin, que represen- ta Jíiejor quo cualquier otra aquella necesaria molestia de que habla el cómico latino. Para sa- car al autor del Sigwbée de esta oscuridad pro- saica, de este limbo de los pobres, sirve su ami- go y protector Claudio Larchor, literato distin- guido, autor de dramas demasiado parecidos á los de Dumas hijo, hombre de mundo, esclavo por amor de una actriz tan célebre como dea-