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II
INTRODUCCIÓN

ciudad madre de los reyes
y los hidalgos invictos
que dieron en tus solares
al reino español principio:
muy noble ciudad de Burgos,
sultana de los castillos,
oye lo que con el alma
en estas hojas te digo;
y haz cuenta que respetuoso
ante tus puertas me hinco,
para ofrecerte de hinojos
un ejemplar de éste libro.
 Nobilísima ciudad,
aunque no nací tu hijo,
por ser madre de mi madre
te tengo filial cariño.
De los campos que á tu asiento
sirven de alfombra en un pico,
del viejo Muñó á la falda
y á la sombra de un sotillo,
hay un rincón de tu tierra
que fué de mi madre y mío,
donde ésta con su memoria
me ha dejado un paraíso.
Ya ves que son burgaleses,
aunque tu hijo no he nacido,
la sangre que en mí circula
y el aire con que suspiro.
Por eso te he amado siempre,
y mientras ciego y perdido
erré por mar y por tierra
del mundo en el laberinto,
en medio de sus escollos,
á través de sus peligros,
por encima de sus glorias
y á despecho de su olvido.