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Poesías de Cuellar. — 147

Mudos oíd: ante las sacras leyes
El orbe todo su poder domeña.
¡Tiemble á mi voz el bárbaro precito!

Sí; porque canto al Salvador del mundo,
Al autor de las altas maravillas,
        Á cuyo solo nombre
Los querubines con amor profundo
En el cielo se postran de rodillas,
Y acá humillado se estremece el hombre.

¡Canto al Señor! dobléguese á mi acento
La humanidad en el mezquino suelo;
        Porque de unción piadosa
El alma siento arder, y el pensamiento
Al escabel se encumbrará del cielo
Donde la planta de Jehová reposa.

¡Atended! una voz ha resonado
Derramando torrentes de armonía
        Y de placer profundo!...
¿Quién profiere ese acento regalado?
Oíd en esa dulce melodía,
La dulce voz del Salvador del mundo.