«Perdónalos, Señor oh Padre mío;
No saben lo que han hecho.» — ¡No lo saben!
¡Cuánta bondad encierra,
Jesús, y cuanto amor, tu acento pío;
Dejas que gotas de tu sangre laven
La negra culpa que manchó á la tierra!
Y dejas ¡ay! que en tu sagrada frente.
Que en esas sienes, ¡oh Señor! que inclinas
Enclave despiadada
Del pueblo infiel la fementida gente
Corona de agudísimas espinas
Que hacen brotar tu sangre venerada.
¡Tú, cuya aureola presta fulgurante
Su luz al sol, y cuyo soplo haría
Cenizas la natura!
¡Tú sufres, ay! Levanta amenazante
La voz, confunde á la canalla impía,
Y no apures las heces de amargura.
Pero apacible vuelve la mirada
Hacia la cruz del malhechor, diciendo
Con júbilo: «Este día
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Apariencia
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Poesías de Cuellar.