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Poesías de Cuellar. — 159

Tal vez un pecho tierno más cándido en el mundo
Encuentres, ya mi pecho la tempestad secó;
Marasmo donde quiera y malestar profundo,
En mi aislamiento triste, me seguirán en pos.

Qué quieres? no me exijas que vierta melodías.
Que solo ayes tristísimos por siempre arrojaré;
Olvida aquellos dulces y placenteros días,
Que yo hasta de mí mismo también me olvidaré.

Los votos! ah! no sabes en tu experiencia corta
Lo que en el mundo valen los votos del amor;
Si ya no siente el alma felicidad; ¿qué importa
Que juren los amantes lo que el amor dictó?

Los juramentos vuelan cual hojas arrancadas
Del árbol al empuje de rápido aquilón,
Y se disipan leves cual nubes arrasadas,
Por los glaciales vientos en la inmortal región.

No alientes en tu pecho un rayo de esperanza,
Me abruma el contemplarte pidiendo un corazón,
Que seco y desgarrado hacia el sepulcro avanza,
A convertirse en polvo sin llanto ni temor.