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Poesías de Cuellar. — 175

Esa fúlgida lámpara que avanza
Al encumbrado zénit magestuosa,
Que abandona perdido en lontananza
Su vaporoso lecho desdeñosa,
Envía la inspiración al alma inquieta,
Es la fuente del férvido poeta.

Paso! flotantes nubes; la viajera
Reina y señora del azul espacio,
El solo luminar que en él impera,
Orgulloso en su cóncavo palacio,
Lance su luz sobre la tierra entera
Más bella que el diamante y el topacio.
Volad, nubes hacia los horizontes
Y ocultaos silenciosas tras los montes.

Y vosotras magníficas estrellas
Que cintilais cual vívidos diamantes,
Cual las pupilas de la virgen bellas,
Cual de Dios la mirada rutilantes,
Innumerables vívidas centellas
Que suspensas quedásteis y distantes
Cuando plugo al Señor formar un mundo
Del seno oscuro del caos profundo.