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Poesías de Cuellar. — 197

Para siempre ¡ay! adiós, ¡adiós!...
        Los siglos,
La mezquina razón, el cuerpo frío
Que en átomos se torna, el ala mueve
La brisa de la tarde sosegada,
Los esparce do quier, y el sér querido
Se disipa, se extingue, es humo, es nada.
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En mi vigilia lenta y pesarosa
Enmedio de la sombra pavorosa
Que me cerca en redor, la he visto ¡cielos!
Ha venido hacia mí!... ¡Merced! mi labio
Con voz de mi cariño pesarosa
¡Merced! dijo, y la vi... era mi hermana!
Negros los ojos, la mirada amante,
Leve sonrisa su pequeña boca
Movía cual moviera el cefirillo
De la rosa los pétalos; flotante,
Destrenzada su luenga cabellera,
Enhiesto el talle, pálido el semblante
Y toda ella tan gentil y ufana