Y á la beldad que el canto sonoro ha conmovido,
Coronas de laureles ante sus pies rendido
La arroja con amor.
Y en plácidos deliquios tranquilas van las horas
Corriendo como corren las olas de la mar;
Cuando sereno el cielo sin nubes bramadoras
Por sus espacios cruzan mil aves, que canoras,
Modulan su cantar.
No mira que en los goces su alma debilita;
No mira, cual mirára un tiempo Baltasar,
Por una negra mano una sentencia escrita,
Sentencia ¡ay Dios! funesta que del placer nos quita
El néctar celestial.
Osténtase á lo lejos fatídico nublado
Formando un horizonte de fúnebre crespón;
El corazón sentimos herido, maltratado;
El pérfido destino de súbito ha lanzado
Su torpe maldición....
La duda, cual gusano que anídase en el pecho,
Hora por hora ¡ay triste! nos roe el corazón;
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Poesías de Cuellar.