Buscamos el descanso, y en el mullido lecho
Fantasmas nos persiguen que excitan el despecho;
No hay treguas al dolor.
Quedan al hombre solo dulcísimas memorias
Que adora cual los restos de dicha que voló;
El pensamiento vaga trayendo las historias
Carísimas al alma, de las pasadas glorias
Y del perdido amor.
Y busca en los jardines las flores de su encanto,
Y quiere sus aromas fragantes aspirar;
Las flores delicadas que amó su pecho tanto,
Ahora las contempla marchitas, con espanto,
Sus frentes inclinar.
Y busca los halagos de virgen seductora
Que un tiempo le rindiera sublime adoración...
Bajo el saúz contempla señal aterradora,
¡Ay!... una cruz... se postra, y desolado llora
y eleva una oración.
A veces cruza ráuda como fugace sombra
De su existencia triste por el desierto erial,
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Poesías de Cuellar.