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Poesías de Cuellar.
El dulce arrullo de la inquieta fuente
Con espumas de plata,
El río fugaz, el rápido torrente,
La ronca catarata.
Desde el estruendo de la mar crecida
Hasta el zumbido leve
Del insecto que en la hoja desprendida
Con lentitud se mueve;
Todo, Señora, todo cuanto abarca
El valladar del mundo,
Tu alma pureza inmaculada marca
Con júbilo profundo.
Por eso yo, cantor abandonado,
Medroso é importuno,
A ese dulce concierto regalado
Mis cántigas aduno.
Que si laxas las cuerdas de mi lira
No dan sublime acento,
Con fé en el corazón la mente inspira
El místico portento.