es una objetivación tan inmediata y una imagen tan acabada de la voluntad como el mundo mismo, y hasta podemos decir como lo son las ideas, cuya varia manifestación constituye la universalidad delas cosas singulares. Por consiguiente, la música no es, en modo alguno, la copia de las ideas, sino de la voluntad misma, cuya objetividad esta constituida por las ideas; por esto mismo, el efecto de la música es m ucho más poderoso y penetrante que el de las otras artes, pues éstas sólo nos reproducen sombras, mientras que ella esencias. Pero como lo que se objetiva en las ideas y en la música es una misma voluntad, si bien de un modo distinto cada una de ellas, entre la música y las ideas debe existir sino una semejanza directa, un paralelismo, alguna analogía cuya manifestación en la multiplicidad e imperfección es el mundo visible”. lo que no se puede afirmar de las demás artes. Por lo tanto, la música música puede considerarse en temas proustianos hasta aquí tratados, tales como la situación de Ia música puesta más allá de las otras artes por su alcance de descubrimiento; la especial aproximación entre música e idea, no propuesta del mismo modo para ninguna otra arte; la posibilidad de un lenguaje musical inmaterial con un destino propio, diferente al del mundo; el efecto inmediato, inefable y poderoso de la comunicación musical; la negación para la música de toda imitación directa del mundo fenoménico como modelo. Pero volveremos sobre estas cuestiones en el capitulo siete, al analizar el septeto de Vinteuil, y, en referencia a la relación entre música y literatura, en los últimos capitulos. E ¡ntroduciremos otras aproximaciones desde Proust a Schopenhauer en el capitulo siguiente. La repercusión de algunas de estas posiciones de Schopenhauer sobre la 56
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