Página:La música como develadora del sentido del arte en Marcel Proust.djvu/74

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se suceden sin distinguirse, y en el espacio, simultaneidades que, sin sucederse, se distinguen en el sentido de que la una no existe ya cuando la otra aparece. Fuera de nosotros, exterioridad recíproca sin sucesión; dentro, sucesión sin exterioridad recíproca”‘°5. _ La influencia del pensamiento de Bergson es importante, aún en las posibles diferencias, pues el filósofo ha creado una especie de marco de referencia, donde en medida opinable, se desenvuelven ideas de Proust, como veremos. Señala Bergson que: "intensidad, duración, determinación voluntaria, he aquí las tres ideas que se trataba de depurar desembarazándolas de todo Io que deben a la intuición del mundo sensible y, por decirlo todo, a la obsesión dela idea de espacio”‘°". Y esto precisamente es Io que impide captar el tiempo interior, la duración: "la duración vuelta a su pureza original, aparecerá como multiplicidad enteramente cualitativa, una heterogeneidad absoluta de elementos que vienen a fundirse unos a otros"‘°7. Pero, en rigor, en Proustencontramos un acentuado énfasis en establecer los yoes diversos superficiales del hábito y los yoes esenciales de la memoria involuntaira. De estos, el más esencial es el yo extratemporal de las reminiscencias, que es también el yo del artista cuando crea, pues a su vez el artista es creado por lo extratemporal, sin cuya revelación el arte en el sentido proustiano, es imposible. De tal modo, la música que revela lo extratemporal permite que surjan los cultores de las otras artes, cuando saben interpretar su mensaje. Pero manifiesta el narrador que se ha preguntado si el último de sus yoes - el más profundo y verdadero- no sería el representado por el hombrecito del óptico de Combray, que inflexiblemente indica la condición constitutiva del tiempo en el hombre y la importancia de los fenómenos atmosféricos: que no son exteriores unos a otros: "Así, en la conciencia, encontramos estados que ella, empezaba por quedarme frente a frente con el pequeño perso- naje interior, que cantaba su saludo al sol y del que ya he hablado. Entre los que componen nuestra persona, no son los más aparentes los que nos son más esenciales. En mí, cuando la enfermedad haya acabado de derribarlos uno tras otro, quedaran todavía dos o tres de ellos que persistirán más que los otros, especialmente cierto filósofo Durante unos instantes y sabiendo que me hacía más feliz que 75