Página:La música como develadora del sentido del arte en Marcel Proust.djvu/85

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hubiésemos conocido", y que también nos remite a anteriores reflexiones sobre las "intermitencias del corazón” y de la escritura, la ficción de un alma total y el carácter de vacío o nada de la memoria: desconocida del músico” y "los aires musicales que escuchamos como si ya los lo? Desde luego los experimentos espiritistas no aportan la prueba de que el alma subsista como tampoco la aportan los dogmas religiosos. Lo que puede decirse es que en nuestra vida ocurre todo como si entráramos en ella con la carga de obligaciones contraídas en una vida anterior; en nuestras condiciones de vida en esta tierra no hay ninguna razón para que nos creamos obligados a hacer el bien, a ser delicados, incluso a ser corteses, ni para que el artista ateo se crea obligado a volver a empezar veinte veces un pasaje para suscitar una admiración que importará poco a su cuerpo comido por gusanos, como el detalle de pared amarilla que con tanta ciencia y tanto refinamiento pintó un artista desconocido para siempre, identificado apenas bajo el nombre Ver Meer (sic). Todas estas obligaciones que no tienen su sanción en la Vida presente parecen pertenecer a otro mundo, a un mundo fundado en la bondad, en el escrúpulo, en el sacrificio, a un mundo por completo diferente de éste y del que salimos para nacer en esta tierra, antes quizás de retornar a vivir bajo el imperio de esas leyes desconocidas a las que hemos obedecido porque llevábamos su enseñanza en nosotros, sin saber quién las había dictado -esas leyes a las que nos acerca todo trabajo profundo de la inteligencia y que sólo son invisibles (¿y ni siquiera?) para los tontos— . De suerte que la idea de que Bergotte no había muerto para siempre no es inverosímil (V, 200), (Ill, 188). . . .Estaba muerto. ¿Muerto para siempre? ¿Quién puede decir- y en la de sus continuadores, presentes en este pasaje, aunque entremezcladas con algunos atisboséticos kantianos. Recordemos que estos dos filósofos son conside- rados como los más insignes de Occidente por Schopenhauer. De todos modos Proust permanece a lo largo de su obra, con respecto a estas cuestiones metafísicas, 86 N o pueden desconocerse las resonancias originadas en la filosofía platónica