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la plaza. Ea una pieza vasta y destartalada. El piso constituía una de las principales curiosidades de La Rioja, pues lo formaban pequeños cubos de madera, de aquellos que se emplean en Buenos Aires para pavimentar las calles. En los estantes de la pared dormían, abrigados por las telarañas, grandes frascos de vidrio, la mayor parte vacíos; estaban allí, casi exclusivamente, como pretexto ornamental. El cielo raso era una tela combada hacía el suelo habitualmente; su blancura originaria, bajo una mugre de años, apenas se adivinaba. Por las noches solían oírse ruidos misteriosos al compás de los cuales se columpiaba el cielo raso: eran los ratones. Había a o largo del cuarto un mostrador cubierto de cajones con tapas de vidrio. Allí se amontonaban los artículos de más salida: las cajas de polvos, los frascos de Agua Florida, las pastillas para la tos, y, sobre todo, ciertas galletitas purgantes, feliz invención de la casa que unía a su condición agradable una rara virtud operativa. Los vidrios estaban normalmente cubiertos de polvo; dibujando en ellos con el dedo, mientras el farmacéutico preparaba las recetas, los mandadores entretenían el tiempo. En un rincón oscuro del cuarto bostezaba el empleado de la farmacia, un individuo tuerto y cachaciento que dormitaba el día entero.

Todas las noches del año se reunían en la farmacia los amigos del boticario don Numeraldo Vargas. Personas de edad, en su mayoría; gentes graves, reposadas. Conversaban plácidamente, comentando las noticias de la semana, interpretando los sucesos políticos. A veces se hablaba de libros, de autores. La reunión no duraba más de dos horas. Comenzaba en seguida de comer y concluía a las nueve y media en invierno y a las diez y media en verano. En verano, la reunión se celebraba en la vereda.

La tertulia de don Numeraldo disfrutaba de un increíble prestigio. Algunas celosas consortes soñaban con que sus maridos la frecuentasen en lugar de acudir a la confitería, donde "¡gastaban tanto!". Además, las reuniones de la confitería, sobre todo las de la noche, se hallaban muy mal reputadas. En ellas se jugaba, se bebía, se ha-